martes, 28 de abril de 2015

Londres, ¿elegancia británica?



Todo el mundo conoce Londres por su majestuosidad. Capital de un país con la imagen de la elegancia por bandera. También se transmite a sus ciudadanos, obedientes, que gritan Dios salve a la reina, orgullosos de esa tan bien vista monarquía parlamentaria. 


Podemos encontrar como arquitectura representativa de esta fachada inglesa obras como el Parlamento, o el tan conocido Big Ben. Muy cerca, la abadía de Westminster. Ambos tres pertenecen al arte neogótico. Sin duda, símbolos de esta ciudad.


También lo es el Palacio de Buckingham, donde residen los monarcas. Sin embargo, los turistas solemos ir a verlo por curiosear sobre sus guardias reales, con esos gorritos taaaaaaan ridículos. 


Sin embargo, en las tres veces que he estado en esta ciudad, en lo último que me he fijado ha sido en estas obras arquitectónicas tan simbólicas y blablabla. Donde está el verdadero Londres, para mí, es en lugares como el mercadillo de Portobello, o Camden, en los paseos por Hyde Park, y, llamadme aburrida, en el Museo británico. En las tiendas de artesanía, en Trafalgar Square y en los otros miles de squares de la ciudad... En los bares más cutres de luz tenue y en cada borracho (que no son pocos). En todos estos lugares está Londres. 


Ahora veamos el porqué de visitar cada uno de ellos. 

El mercadillo de Portobello. La mayoría de los puestos consisten en deliciosas comidas de diferentes países (os sorprendería lo tremenda que está la paella de allí). Tienen muchísimas antigüedades y cosas que sorprenderían a cualquiera.


El barrio y mercadillo de Camden es simplemente INDISPENSABLE en vuestra visita. ¿Habéis estado en el rastro? Pues Camden town es una exageración del mismo, y todo hay que decirlo, bastante mejorada. Es sencillamente mi parte favorita de Londres. Tiene tiendas interesantísimas, comidas de todos los tipos, fachadas (y personas) extravagantes, también artesanía, y puestecillos destartalados de camisetas de rock. Esta no es la zona 'Dios salve a la reina', es la zona 'God save the queen, the fascist regime' de los Sex Pistols. Vaya, se nota la diferencia, ¿eh?


Los paseos por Hyde Park sirven para adentrarnos en las típicas películas interpretadas por Hugh Grant. Y descansar de los palizones que estas ciudades conllevan. 


El Museo británico es muy interesante. A mi yo de 10, 12 y 13 años le encantaba. Hay arte clásico romano y griego, también egipcio y de numerosas civilizaciones de la Antigüedad. Allí se encuentra la imprescindible piedra roseta. Lo que más me gustó: las momias, claramente. Es muy impactante. También me cautivaban las enormes piezas de panteones y demás que había entre esas paredes. 


Y las calles. Si ahora llego y os digo que si vais visitéis las calles me tomaríais por tonta. Normal. Pero es que no es visitar las calles, los bares, la gente. Es verlos como son y no como la imagen que se da. Es una ciudad con mucho encanto. No merece que se borre y que solo se vea en ella el London Eye y el Tower Bridge, y las fotos con sonrisas forzadas que quedarán para la posteridad. Londres es más.

Los Angeles, famoseo y ensoñación.



También en el famoso tour de mis entradas se visitó Los Angeles. Al revés que con Las Vegas, mis ganas por ir a Los Angeles eran inhumanas. Sin embargo, el impacto fue menor.

Ya que había idealizado la ciudad, cuando llegamos, ya al final de nuestro trayecto, fue un poco decepcionante. La ciudad en general estaba poco cuidada, se le saca poco partido. Esto no significa que no fuera un buen destino, simplemente, no era el mejor.


Bien, pues la misma tarde de nuestra llegada nos pusimos en marcha para encontrar las tan conocidas estrellas del Paseo de la fama. Y no fue difícil. Para mi sorpresa, vimos que las estrellas estaban desperdigadas por gran parte de las calles de la ciudad. Me sorprendió verlas al lado de un vertedero, en zonas marginales... aunque también era increíble pisar las calles por donde algunos de mis ídolos habían recibido su estrella.


Por la noche visitamos el Pier de Santa Monica. Aquello fue lo mejor de Los Angeles, aunque teóricamente, no era Los Angeles. Santa Monica era otro rollo, playas preciosas y una feria bastante 'guay'. Los yankees borrachos o con los patines, como en las pelis. Me gustó mucho. Luego cenamos en el restaurante Bubba Gump, al que voy siempre que lo veo en Estados Unidos. 


Al día siguiente fuimos a ver el teatro Kodak, el teatro chino, las huellas de los pies y manos y las firmas, y el resto de las estrellas que faltaban por ver. Marilyn Monroe, Michael Jackson, Silvester Stallone... entre otros. Por la tarde vimos Beverly Hills, Rodeo Drive y demás. Nada que ver con el resto de la ciudad, este barrio sí estaba muy cuidado. El escenario de múltiples películas, la más conocida Pretty Woman Curioso. Más tarde, intentamos acercarnos al cartel de Hollywood, pero también fue una decepción. Lo más cerca que se podía ver era desde el observatorio Griffith, y era lejísimos...



El último día y a toda prisa vimos Venice Beach. Esto también me encantó. También era completamente diferente. Era la zona 'hippie'. Una playa preciosa, unos graffitis muy originales y grandes artistas a lo largo del camino: pintores, bailarines, músicos... todos con un rollo reggae o hippie. Lo que más me gustó: el graffiti de Jim Morrison y la comida.

      









Aquí se acababa el tour, era la última parada. Aunque no tan impresionante como San Francisco o Las Vegas, L.A. también es un destino recomendable, especialmente si planificas bien tu tiempo y tu viaje. 

jueves, 16 de abril de 2015

Las Vegas, pecado y lujo.


Durante el tour mencionado en la anterior entrada de mi blog, también visité Las Vegas. He de decir que al principio fui un poco escéptica y que no me atraía demasiado la idea de parar en la Ciudad del Vicio teniendo en cuenta mi minoría de edad. Sin embargo, me sorprendió muy gratamente.


Después de casi 8 horas de coche desde nuestro última parada hasta el nuevo destino, se comenzaron a divisar luces. Al poco estábamos en la ciudad, y mi cara debió de ser de sorpresa total, desencajada. Me fascinó por completo. Parecía un Disney World para adultos. Era demencial. Cuando llegamos al hotel (Hotel Paris), lo primero que vi fue dos bodas en el hall. Imaginaos mi cara, estaba viviendo un C.S.I. Las Vegas y claro, alucinaba. Dimos una vuelta rápida por la strip: la ostentación era inverosímil.
Al día siguiente, madrugón. A las 5 de la mañana estábamos en pie dispuestas para una gran aventura. Íbamos a sobrevolar el Gran Cañón del Colorado en helicóptero. Fue, sencillamente, algo increíble. Veíamos el desierto, el río y la inmensidad americana desde arriba. Nos bajamos y estuvimos toda la mañana de un lado para otro: paseo en lancha, visita al punto de mayor altura y a un poblado indígena, y algo muy chocante, el Skywalk. Era una plataforma de cristal sobre la que se puede andar y transmite la sensación de estar flotando sobre cientos de metros de vacío. Daba impresión y era súper divertido.
Los dos siguientes días los dedicamos a ver hoteles. Todos tenían temáticas distintas. Eran impresionantes. Por ejemplo, uno basado en Venecia, tenía un río en su interior. El New York New York tenía rascacielos, la Estatua de la Libertad en gran tamaño y una montaña rusa. Y bueno, como el más lujoso e impresionante, con una galería de arte y un centro comercial completo en su interior, el Caesar's Palace. Y, por supuesto, todos contaban con grandes casinos y teatros.
Como Las Vegas nos gustó mucho y el siguiente destino no era demasiado importante, decidimos suprimirlo para quedarnos algún día más en aquella ciudad. Uno de los días lo aprovechamos yendo a un outlet donde encontramos grandes marcas a precio de mercadillo. Yo me compré dos pares de Vans por 40$ (poco más de 30€, un chollo) entre otras cosas. También vimos más a fondo las numerosas y divertidas tiendas de la Strip.
En conclusión: Las Vegas es una ciudad divertidísima y con muchas posibilidades de ocio. En cuanto a cultura... 0, pero para pasar unos días y observar con admiración lo que el dinero mueve, está muy interesante.

jueves, 9 de abril de 2015

San Francisco, cuestas llenas de encanto.


Este verano hice un tour en coche por California y Nevada, siguiendo la ruta 101 o de la Pacific Coast. De los destinos que visité, el que más me marcó fue San Francisco.
Es una ciudad real. Sus calles te hablan sinceras. Y no es la típica ciudad americana. Por supuesto que lo tiene todo a lo grande, que cuenta con grandes rascacielos y centros comerciales, pero San Francisco es más bohemia y más reflexiva.
Esta vez con mi madre, pateamos la ciudad y nos hartamos de subir esas cuestas tan características. Lo bueno fue que el clima era fresco y no había calor que interfiriese. Visitamos los diferentes barrios, el Fisherman's Wharf, Alcatraz, el Golden Gate, Sausalito...
El barrio que más me gustó fue sin duda el Haight-Ashbury. Fue el lugar donde se originó y desarrollo la cultura hippie en la década de los 60. Estaba muy decorado, todavía con vestigios del movimiento cultural, muy cuidado y con tiendas extravagantes.
La emblemática Alcatraz fue chocante. Pasar de verla en películas a pasear incluso por las celdas era algo fuera de lo común.
Lo insólito era la enorme cantidad de vagabundos en las calles. Recomendaban no ir a partir de ciertas horas por barrios poco céntricos, pero no tuvimos ningún problema. El Fisherman's Wharf era muy curioso. Aunque a mí me gustó más el Pier 39, con mercados y tiendas de souvenirs bastante chulas.
San Francisco, sin ser una ciudad americana al uso, es sorprendente. Es natural y la gente es diferente. Una ciudad que transmite.

Nueva York, la gran manzana.


Hace un par de veranos hice un viaje que me marcó, un viaje a la ciudad que nunca duerme: Nueva York.
Ya había estado allí previamente, en una escala Nueva York-San José (Costa Rica). Como perdimos el avión por problemas de la compañía, nos tuvimos que quedar, por suerte o desgracia, unos días en la ciudad. Desde entonces soñaba con ir y perderme en sus calles. El viaje 'bueno' fue la bomba. Me recuerdo eufórica en Wall Street y Times Square. Cada detalle era enorme. Todo era a lo grande, estilo americano, y Madrid al volver se me quedaba enano.
Hizo un calor espantoso, pero a pesar de eso, pasabamos el dia pateando y pateando. Museos, tiendas, restaurantes, barrios, parques, Liberty Island, la 5ª avenida, y por supuesto, los rascacielos. Mi padre, que ya había estado al menos 5 veces, sabía cuáles eran los sitios que más valían la pena, así que no perdimos el tiempo. Los museos eran alucinantes. Muchos pensarían: menudo aburrimiento. Pues no, era insólito tener un Tiranosaurus Rex a apenas dos metros de tu cuerpo, o Noche estrellada de Van Gogh que tantas veces había visto en fotos delante de mi.
Las tiendas, fuera de lo común. Y no hablo de tiendas de ropa, si no de enormes centros de juguetes, de M&Ms, de música... todo con una decoración milimetrada y a escalas enormes. Los restaurantes eran, simplemente, un espectáculo. Los más 'visitables' solian tener una temática. Habia uno basado en una casa de terror que me dejo sin palabras. La comida, de todos los tipos. Multicultural y para todos los gustos.
Cada barrio era un mundo. Desde el Soho en Manhattan hasta Brooklyn y el Bronx, al que fui en una excursión. La real Nueva York y no solo lo que se ve en películas. Los parques eran preciosos y gigantes. El más famoso: Central Park. En un día entero no pude ver ni un cuarto de lo que ese parque era. Muy familiar y muy idílico.
Y los rascacielos. Te dejaban pasmado. Estar en su cima era como tocar las nubes. Se divisaba el mundo desde ellos. Increíble, una sensación de dominio brutal.
Nueva York, un destino obligatorio. Es una ciudad mágica, que te enseña y te cultiva.